Cuán misterioso es el fluir del líquido elemento. Imposible de predecir, difícil de controlar. El agua se embravece en cuanto se encuentra con un obstáculo. ¿Quién podrá frenar el avance de este loco torrente de vida y esperanza?
Más de las tres cuartas partes de lo que compone nuestro cuerpo es agua. Bien, vale, es cierto en muchos sentidos. Físicos y característicos. Quizá esa sea la razón de que nuestra naturaleza predomine como indomable y alocada.
Podría usar las palabras más explícitas pero eso le quitaría la doble metáfora a este lugar. Algo que tanto me ha costado construir. Cada vez se me antoja más absurda la resquebrajada máscara que recubre mi rostro.
Pero la mantendré. Por el neorromanticismo oscuro de mi literatura sustentada en pobres pilares emocionales. Por el encanto del misterio y el deseo humano de abrir todas las puertas con candado. Por mi ética como constructor de sueños y promesas. Por la distancia tan pequeña ahora pero tan grande durante algunos periodos.
Porque sé que los ojos ávidos buscan entre la negrura de estas letras la respuesta a sus preguntas. Porque la piel a veces habla demasiado alto y hace falta escuchar una melodía más suave. Porque la suave caricia del texto puede sanar heridas de las fuertes emociones que se desarrollan en la superficie y en el interior.
Por eso y mucho más seguiré dejando que el agua erosione mi verdad desmigándola en trocitos que podáis digerir. Por todos vosotros seguiré con el encanto de la intriga que durante tantos siglos se ha conservado en los pergaminos más antiguos.
Os vigilo desde mi trono de metáforas
Eric
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